JAVIER P. GISBERT, GASTROENTERÓLOGO, UNO DE LOS INVESTIGADORES PRINCIPALES
El Hospital Universitario de La Princesa, a través de su Servicio de Aparato Digestivo, es uno de los centros investigadores que integran el proyecto internacional AIDA para el hallazgo de lesiones previas a la detección del cáncer gástrico. El estudio está coordinado por el Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA de Valencia con el propósito de desarrollar un asistente de diagnóstico con Inteligencia Artificial para el tratamiento de la inflamación gástrica crónica que precede a este tipo de cáncer. El Dr. Javier P. Gisbert, especialista en Gastroenterología, y la Dra. Olga P. Nyssen del Instituto de Investigación Sanitaria (IIS Princesa) actúan como Investigador Principal y Directora Científica, respectivamente.
El proyecto AIDA iniciado en enero de 2023 y con una estimación de 4 años de duración, cuenta con una financiación de 7 millones de euros de fondos europeos y británicos e integra hasta 15 centros de excelencia de 8 diferentes países del continente, entre los que se encuentra el Hospital Universitario de La Princesa, reuniendo así un equipo multidisciplinar formado por epidemiólogos, inmunólogos, oncólogos, gastroenterólogos, bioinformáticos y expertos en inteligencia artificial de toda la comunidad científica europea.
La cirugía, quimioterapia y radioterapia es el actual abordaje oncológico multimodal al que se pretende incluir el diseño de estrategias preventivas como el sistema de Inteligencia Artificial del proyecto AIDA (An Artificially Intelligent Diagnostic Assistant for gastric inflammation). Los investigadores abogan por acciones de prevención, definiendo el riesgo en la etapa presintomática para adelantarse a inflamaciones cancerosas y otras lesiones previas al diagnóstico y poder realizar un correcto seguimiento médico personalizado con monitorización del estado de salud del paciente.
El cáncer gástrico es el quinto más común y la tercera causa de muerte oncológica en el mundo independientemente del género. Los especialistas señalan que la falta de sintomatología hasta etapas muy tardías explica la reducida expectativa de vida tras el diagnóstico que apenas supera los 12 meses.